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El siglo de Da Luz

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Quien sabe si en estos momentos en los que su hegemonía ha quedado en entredicho, el FC Porto está en la búsqueda de darle un giro a su proyecto, más bien un modelo, que construyó tras ganar la Copa de Europa de 1987 y que derivó en un absoluto dominio, con 13 ligas en 20 años, en el campeonato local, con una segunda Champions de por medio. Todo ello, conseguido bajo el manto de Pinto Da Costa y bajo la batuta de Antero Henrique, hoy en el Paris Saint-Germain, artífices de un modelo deportivo y de captación de talento que reportó innumerables beneficios a la entidad y que dio la vuelta a la correlación de poderes que hasta finales de los años 80 tenía al Benfica lisboeta como la gran referencia del fútbol luso. Porque hoy, desde que las águilas comenzaron a entender su propia realidad, las cosas están siendo muy diferentes. El Benfica ha conseguido dar un giro a su vida. El Benfica de este siglo está un poco más cerca de lo que quiere ser.

Desde 1987, el Porto de Pinto da Costa fue el claro dominador del fútbol portugués

En el año 2003, temporada en la que el Porto se proclamaría campeón de la Copa de la UEFA y posteriormente de Europa, el Benfica estaba casi en bancarrota, a remolque de los pasos que los mejores clubes comenzaban a dar. Dos años antes, los lisboetas habían quedado en sexta posición en Liga y la sensación era que todo estaba carente de un camino. El club con más socios del mundo no comprendía su potencial adaptado a la modernidad, así que decidió dar dos pasos fundamentales y básicos para todo equipo de fútbol de élite. El primero, levantar una modernísima construcción imponente, una estructura monumental, ubicada en la zona nueva de Lisboa, con capacidad para 65000 espectadores y que llevaría el nombre de Da Luz. Un estadio a la altura de su responsabilidad como club dentro de Portugal, donde uno de cada dos seguidores al fútbol se ponen su camiseta.

La segunda iba a tener aún más importancia, porque si Da Luz respondía de un modo físico a su masa social, la creación de una ciudad deportiva, en 2006, suponía el verdadero plan de viabilidad que ha hecho del Benfica una de las mejores canteras del mundo y una entidad para comprender lo que puede suceder en el futuro inmediato. El club lisboeta carecía de un centro deportivo de primer nivel en el que sus futbolistas del primer equipo y todas las categorías inferiores pudieran formarse de manera específica y metodólogica. Porque la organización de dicho centro futbolístico, con todo tipo de facilidades, no era sino el pilar de una organización mayor, la de entender los tiempos que estaban por venir. Entender y formar el talento para crear patrimonio. Entender el mercado para seducir al exterior.

“Era en el antiguo Estadio de la Luz, que tenía sólo 2 ó 3 campos y allí entrenaban tanto la primera plantilla como la cantera. Cuando el estadio fue demolido, andábamos siempre con la casa a cuestas. (…) Ahora, cada vez más vienen a partidos de nuestros equipos de la cantera ojeadores de clubes extranjeros. Por un lado es una señal de reconocimiento de que estamos trabajando bien, pero por otro lado es señal de que están atentos a nuestro trabajo y a nuestros jugadores”.

Como ocurriera con el Porto años atrás, el Benfica era un club que importaba talento principalmente europeo. Por mentalidad, adaptación y posibilidades, el Benfica se formaba y conformaba con lo que tenía más cerca, pensando que los tiempos de adaptación y rendimiento también serían más cortos. Europa sería su principal mercado de abastecimiento, el que complementaría su producto nacional y el de su hermano mayor en esto del fútbol, la escuela brasileña que siempre permanecerá presente en el país luso. Aproximadamente desde 2007, el Benfica comenzó a matizar su plan. De Miccoli, Karagounis o Katsouranis como únicos foráneos no brasileños, el modelo, como el fútbol, se globalizó.

La velocidad a la que el Porto de Antero Henrique había explorado y se había nutrido de Uruguay y Argentina primero, para después visitar Colombia y Mexico, pareció servir de ejemplo para un Benfica que optó por algo similar. En 2008, Maxi Pereira (Uruguay), Cardozo (Paraguay) y Di María (Argentina), más David Luiz, fueron un punto de inflexión que ya no tendría más camino que el horizonte. El fútbol va a toda velocidad y en todas direcciones. La demanda es amplísima y la oferta se ha disgregado por todo el planeta. Ya no hay relaciones unidireccionales entre Europa y América. Las transacciones pueden ser de ida y vuelta y pueden venir de cualquier latitud emergente.

El estadio y la ciudad deportiva sirvieron de estructura para entender el presente del fútbol

El Benfica se internacionalizó sin mirar atrás: Javi García, Reyes, Saviola, Ramires, Gaitán, Salvio, Enzo Pérez, Matic, Witsel, etc. El primer concepto que puede quedar olvidado cuando se entiende que vender es la opción, es fichar. El Benfica se acostumbró a adquirir varios jugadores por temporada, con una idea que mezclaba juventud, rápida adaptación (mercados sudamericanos) y proyección futbolística y económica. La primera parte estaba clara. Antes de poder venderlos, había que darles una visibilidad, un escaparate. Hacerles mejores jugadores. En esas llegó Jorge Fernando Pinheiro de Jesus.

A su llegada, el fútbol se regía por una pregunta principal, la de la escuela española y el Barça de Pep Guardiola, así como sus consecuentes respuestas. Desde ahí, Jorge Jesus armó un Benfica protagonista desde la verticalidad, la intensidad, el ritmo frenético y la presión adelantada. Los futbolistas de su Benfica, David Luiz, Coentrao, Enzo Pérez, Di María, Gaitán, etc, fuese quienes fuesen quienes formaran su plantel marcarían diferencias desde el ritmo e iban a atacar con mucho espacio y en poco tiempo. Jorge Jesus dotó de identidad un proyecto futbolístico prolongado en el tiempo que a su vez estaba preparando y visibilizando a futbolistas modernos. Los clubes más poderosos del mundo acudían a Da Luz, a uno de los estadios más modernos de Europa, para intentar adquirir a un futbolista joven y moderno, revalorizado. Sabían que allí encontrarían calidad adaptada a los tiempos.

Así, desde David Luiz a Ramires, pasando por Axel Witsel, Nemanja Matic, Ángel Di María, Fabio Coentrao, Rodrigo Moreno, Enzo Pérez, Nicolás Gaitán, Lazar Markovic, Jan Oblak o Simao Sabrosa, la nómina de jugadores potenciados para competir al máximo nivel sirvió de resultado para comprender su inferioridad desde un campeonato menor y su capacidad para producir futbolistas para cualquier contexto. El Benfica había entendido el momento presente. Estaba preparado para recoger sus frutos.

El modelo deportivo viene sumando talento exportado y talento formado

Antes y durante el periodo que ha visto a los capitalinos hacerse con cuatro ligas consecutivas, racha plenamente vigente, debe comprenderse su construcción como entidad rejuvenecida a través de la cantidad de inconmensurables talentos que ha logrado producir desde que en 2006 diera forma a su día a día con su ciudad deportiva. Porque si su modelo de gestión a través de la adquisición de talento y la modernización de sus sistemas tácticos fue acertadísima, la producción de la cantera ha sido en todo momento igual de destacable. Sin orden y sumados, la lista es extraordinaria: Ederson, Victor Lindelof, Bernardo Silva, Renato Sanches, André Gomes, Manuel Fernandes, Joao Cancelo, Nelson Semedo. Un reciclaje garantista de un gran porvenir.

La realidad en el fútbol actual es que la adquisición de talento se comienza a entender como una manera de anticiparse. La inversión se realiza entendiendo lo que puede llegar a ser, comprándose talento por formar en lugar de talento contrastado. Los clubes buscan el próximo gran fenómeno como respuesta a una exigencia en la que cada vez más clubes pueden ser atractivos para grandes jugadores. El estatus imperante en la Copa de Europa ha llevado, en no pocas operaciones, a que muchos clubes fíen sus primeras inversiones en canteras que ya han demostrado capacidad para generar y regenerar talento. Aprovecharlo todo es lo que ha hecho el Benfica desde 2003 para recuperar la hegemonía que había perdido.


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